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I
El Palacio del Amor.
por Moshe ben Shem Tov De LEÓN
En uno de los cielos más altos y más misteriosos hay un palacio conocido por el Palacio del Amor. En este palacio tiene lugar la promulgación de los misterios profundos. Aquí están reunidas las almas más amadas del Rey. Y aquí está el Rey de los cielos unido con sus amadas almas en el Beso de Amor. En este beso se encierra la unión del alma con la sustancia de la cual procede.Dios anima cada parte del firmamento con un espíritu especial. Los santos espíritus, que son los mensajeros del Señor, descienden tan sólo por un grado; pero en las almas de los justos hay dos grados confundidos en uno. Por consiguiente, las almas de los justos ascienden más alto, y su rango es más elevado.
Las almas de los justos son superiores a todos los poderes y a todos los que sirven en el mundo superior. Aunque su lugar es tan alto, abandonan, sin embargo, su fuente y vienen abajo, a la tierra. Nosotros podemos comparar esto a un rey que no tiene sino un hijo y lo envía a un país lejano para alimentarse, fortalecerse y hacerse sano. Y cuando esto ha sido cumplido envía a la reina, su madre, para traer a su hijo otra vez al hogar.
Así también hace el Santo Rey con su hijo: el alma justa. Lo envía a este mundo, en donde puede fortalecerse e iniciarse, por medio del estudio, en los usos seguidos en el palacio del Rey. Entonces, cuando El oye que su hijo ha crecido y que ha llegado el tiempo de volverlo a traer al palacio, muestra su amor por él enviando a la Reina –La Shekhinah– a buscarlo.
Y cuando esta alma deja la tierra es acompañada por la Reina, que la lleva al palacio, en donde ha de vivir eternamente. Y, no obstante, los habitantes de la tierra se ponen a llorar cuando el hijo deja la tierra, y va a reunirse con su Padre.
Pero si entre ellos hay un sabio, él les mostrará que no tienen motivo alguno para lamentarse. Deben recordar que Moisés dijo: "¡No tiréis de vuestro cabello ni lloréis por los muertos, pues vosotros sois los hijos del Señor, vuestro Dios!". Si los justos supieran lo que les espera, celebrarían con gozo el día en que deben dejar el mundo.
¿Y no es la más alta gloria que la Shekhinah haya de venir en su carroza real a buscar a los justos para llevarlos a dentro del palacio del Rey, su Padre, donde gozarán de los deleites eternos?
Cuando en el mundo hay hombres justos, las bendiciones fluyen del cielo acá abajo en abundancia. Cuando Abraham estaba sobre la tierra, esparcía bendiciones sobre toda ella, y Dios le mostró que todos los habitantes de la tierra serían bendecidos en él. Cuando Isaac estuvo sobre la tierra, hizo a los hombres conscientes de un Juez sobre todas las cosas, quien dispensa justicia. Cuando Jacob estaba en el mundo, atraía la misericordia de Dios acá abajo, a la tierra, y perfeccionó la fe del hombre.
El rigor no puede tener fuerza alguna en la generación que posee todavía hombres justos. Pero cuando Dios siente que los perversos no pueden continuar impunes, saca a los justos de en medio de ellos.
Y esto podemos compararlo al Rey que tiene un hermoso jardín. Un día ve que está invadido de cizaña que arruina sus queridas plantas. Pero debe dejar la cizaña por algún tiempo más, a fin de que las rosas que crecen cerca de ella puedan alcanzar su plenitud de belleza y fragancia. Así, la cizaña se salva por un poco de tiempo más. Pero cuando las rosas han alcanzado la plenitud de su florescencia, el Rey dice: "Ahora trasladaré mis hermosas rosas fuera de la proximidad de la grama nociva, luego podré arrancar la grama y limpiar mi jardín. Lo mismo obra Dios con los justos cuando ha llegado el tiempo para destruir a los perversos."
En tres cosas: el espíritu, el alma y la vida de los sentidos, hallamos una fiel representación de todo lo que sucede en los mundos superiores. Pues estas tres cosas no forman sino un simple ser, donde todo está junto y unido. La vida de los sentidos no posee por sí misma luz alguna, pero por esta misma razón está íntimamente ligada con el cuerpo, del cual procura los placeres y el sostenimiento que necesita.
El principio animal es la sede del alma. Y por encima del alma se eleva el espíritu, que la domina y derrama sobre ella la luz de la vida. El alma se clarifica por medio de esta luz, y depende enteramente del espíritu. Después de la muerte, el alma no puede hallar sosiego alguno, ni están abiertas para ella las puertas del Paraíso, hasta que el espíritu ha ascendido a su Fuente, para llenarse a sí mismo de la luz de Dios por toda la eternidad.
Y esto es el resumen de todo: que todas las cosas de que el mundo se compone, lo mismo que el alma y el cuerpo, volverán al principio y a la raíz de donde procedieron. Pues Dios es el principio y El es el fin de todos los grados de la Creación. El es el único Ser, a pesar de las innumerables formas de que está revestido.